Por: Lic. Francisco Javier Ortega Muñoz
Psicoterapeuta
¿Quién no ha fantaseado antes en su vida, con cualquier situación? ¿Quién podría decir que su vida ha transcurrido por momentos siempre tolerables, por tanto, sin tener la necesidad de recurrir a una fantasía? Desde imaginarse que están en casa, a mitad de una jornada pesada de trabajo, hasta fantasear con que se sigue viviendo una experiencia sumamente grata que operó en el pasado.
Esta reflexión es lo que nos atañe el día de hoy, fantasía y realidad. El fantasear es una actividad muy propia de nuestra especie cuando nos encontramos insatisfechos con las circunstancias que estamos viviendo en determinados momentos; la muerte de un familiar, una ruptura amorosa, el cambio de residencia o, algo muy general actualmente, el encierro por la pandemia, por mencionar algunas.
Me atrevo a decir, por tanto, fantasear es una actividad necesaria. Freud en El creador literario y el fantaseo, comentaba que para el ser humano no hay cosa más difícil que la renuncia a un placer que conoció. Y el fantasear quizá este apoyando a la persona, en cierto sentido, a tramitar ese duelo hacia la resignación para poder seguir adelante, por las experiencias que ya no se pueden vivir.
Los niños lo hacen en su mayoría a través del juego, por lo que es recomendable que los padres presten atención a lo que sus hijos quieren expresar con esta conducta. Al crecer, los adultos lo seguimos haciendo de una manera más solitaria, y a veces nos avergonzamos de nuestras fantasías, probablemente por miedo a ser señalados, como si las mismas personas que critican no las tuvieran. Con el imperativo “tienes que moverte, tienes que centrarte en lo real” y a veces, dependiendo las circunstancias de las personas, no es una tarea tan sencilla de llevar a cabo. Al final, la fantasía cumple (momentáneamente) un deseo imposible o muy difícil de satisfacer en la realidad.
Retomando el ejemplo de la pandemia, me pregunto cuántas personas han fantaseadocon que “nada está pasando”, y eso los ha llevado a tomar conductas que ocasionan su caída en la enfermedad, muchas veces una caída sin retorno, incluso llegando a afectar a seres queridos. Claro que, a parte de las situaciones por la contingencia, se puede incurrir en otras conductas de riesgo si no se reconoce lo real de la ficción.
Ahora ¿Con lo anterior digo que no se fantasee? Para nada, al contrario. Considero que hacerlo es bastante sano, mientras no se pierda de vista lo que es real, puesto que con las fantasías que experimentamos nos estamos diciendo algo a nosotros mismos. Quizá, a veces, se necesite ayuda para descifrar ese mensaje, para saber por qué se fantasea con lo que se fantasea.
Hablar con seres queridos o buscar un espacio psicoterapéutico nos puede brindar el entendimiento respecto a la fantasía para posibilitar nuestro movimiento. Si el fantaseo es muy intenso o recurrente, podría tomarse como un indicador para buscar apoyo psicológico, un acompañamiento profesional que nos lleve a la aceptación de nuestra nueva realidad.
En este mundo real uno se lleva bastantes decepciones, pero también bastantes momentos gratos. Con lo anterior en mente, cierro con parte del pensamiento expuesto por James Halliday, personaje en la película Ready Player One, quien menciona “por aterradora y penosa como pueda ser la realidad, también es el único lugar donde puedes comer bien; y eso es porque, la realidad es real”.